sábado, 24 de octubre de 2015

Diversión, sexo y horror

Parte 5


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¿Huir?

Heero sintió que la mano de Quatre se soltaba de la suya y eso lo obligó a detenerse, habían corrido ya bastantes metros y Milliardo no los había alcanzado. El ojiazul volteó, mirando con duda al rubio, quien tenía la cabeza agachada

- ¡No te quedes ahí! – le gritó molesto, se acercó a él e intentó tomarlo de nuevo de la mano para que siguieran huyendo, pero Quatre retrocedió, levantando su mirada para toparla con la de su amigo

- No puedo, Trowa… - quiso explicarse

- Él estará bien, debemos buscar ayuda – respondió Heero a Quatre, esperando encontrar su comprensión, pero éste no reconoció la respuesta, moviendo su cabeza para darle a entender que no estaba de acuerdo

- Estamos en medio de la nada, no encontraremos a nadie – desesperado comenzó a derramar sus lágrimas, no sabía que hacer

- Duo está muerto ¿crees que se me antoja escapar? Quisiera estar muerto también – el rubio se secó algunas lágrimas, viendo como Heero apretaba los puños con fuerza – Pero no dejaré que mueras… Duo y Wufei querían vivir ¿no piensas en Trowa? – Enseguida Quatre reaccionó – Si algo te pasa lo destrozarás, comprendo el sentimiento, por eso tenemos que escapar – al terminar observó a Quatre, éste sonrió un poco y afirmó con su cabeza

- Tienes razón – de nuevo el rubio tomó la mano de Heero y continuaron huyendo. Mientras Quatre pensaba en Trowa, deseando que su novio se encontrara con bien, confiaba en que encontraría a Traize y que huirían, sabía que no se equivocaba al saber que Milliardo estaba poseído, tenía muchas dudas, pero no era momento de resolverlas

- ¡Maldición!... ¡Traizeeee! – sin éxito Trowa continuaba buscando a sus amigos, después de todo tanto él como Milliardo tenían las llaves de los autos - ¡Milliardoooo! – aunque había andado durante un lapso de varios minutos, tenía la sensación de estar caminando en círculos, se detuvo y cesó de gritar. El viento comenzó a soplar de forma lenta, misteriosa, un aire frío le caló hasta los huesos, respiró y al exhalar se dio cuenta del humo que salía por su boca, en ese momento supo que no era normal, por primera vez se planteó la idea de que algo sobrenatural estaba pasando

- Trowa – al oír su nombre en la voz de una chica enseguida volteó, pero no era una chica quien había hablado, sino Milliardo. A Trowa se le puso la piel de gallina al verlo, su amigo estaba cubierto de sangre, su rostro mostraba algunas marcas de deformidad, como si la cara se la hubieran distorsionado, el cabello roído como si le hubiesen arrancado algunos mechones llevándose consigo el cuero cabelludo, su mirada estaba perdida, casi blanca, como quien agoniza enfrentándose a un terrible dolor – Mátame… por favor – oyó la voz de su amigo tal cual era, parecía como si hubiesen dentro de él dos presencias, el cuerpo le temblaba como si tratara de oponerse, Trowa no supo que pensar, sus rodillas le temblaron, su mente se nubló ¿Qué demonios estaba pasando? Dio dos pasos hacia atrás, las manos le temblaban – Me… duele – dijo Milliardo, sus ojos mostraban angustia, realmente sufría.

El ojiverde movió su cabeza a los lados y sus pupilas se dilataron cada vez más, fue incapaz de moverse - ¡Hazlo! – habló la voz de mujer, sacándolo de su trance de horror

- No es real… No es real – caminó hacia atrás, mientras el cuerpo de marioneta de su amigo caminaba hacia él, sus movimiento de cabeza se hicieron un poco más rápidos y su respiración se aceleraba cada vez más - ¡No es real! – un terror inexplicable lo invadió, ya no podía negarlo, pero estaba asustado, Milliardo estaba a punto de morir, su cuerpo estaba siendo usado por un ente maligno, Quatre tenía razón… ¡Quatre! Se había olvidado de él, lo había dejado solo con un Heero inconsciente ¿Y si había corrido con la misma suerte que Duo y Wufei? Se sintió Derrumbar, dio rápidamente la espalda y comenzó a huir, quería verlo, quería huir ¡Que huyeran todos!

- No… puedo más – dijo Quatre agitado, entonces Heero se detuvo, se giró hacia el rubio que estaba agachado, su respiración también estaba agitada, pero no tanto como la del rubio - ¿Dónde estamos? – preguntó mientras se erguía

- No lo sé, pero tengo la sensación de que no hemos llegado lejos – respondió, mirando los alrededores, aunque su vista no percibía ningún rastro de las cabañas

- Yo también… cuando encontré el cadáver de Wufei yo había llegado a la cabaña de él y Traize sin darme cuenta, como si algo me hubiera guiado hacia allá - explicó Quatre a su amigo, Heero frunció el ceño y volvió a analizar los alrededores, el silencio solamente era apagado por sus voces y algunos grillos, nada más podía oírse

- Debemos continuar –

- Pero ¿Adónde vamos? – preguntó Quatre, observando fijamente a su amigo

- No lo sé, solo sé que no debemos regresar – contestó

- ¡Pero Trowa! –

- Escucha Quatre, él encontrará a Traize y se refugiarán, debemos encontrar sitio donde podamos estar hasta el amanecer, entonces buscaremos ayuda – le explicó con la mayor calma con la que pudo

- ¿Qué no entiendes Heero? Esto no es cosa de un psicópata, algo malo hay en ésta zona, algo muy malo – expuso sus razones el rubio, Heero lo observó fijamente, quiso no aceptarlo, pero no le fue posible, él había visto como Duo apareció frente a él, lo había abrazado y éste le había hablado, después se dirigió al lago y se metió, él lo había sacado enseguida, era imposible que hubiese muerto en tan pocos segundos, además que su piel ya mostraba que el cuerpo había estado dentro del agua mucho más tiempo, sin duda su novio había muerto mucho antes, cuando se separaron después de hacer el amor, y lo que él había visto había sido solamente una aparición, parte del alma del trenzado que quería despedirse de él. Recordar todo aquello le hizo estremecer ¿Qué sería de su vida sin Duo? Si no fuera porque Quatre estaba con él, se habría ahogado él también en la laguna, quitándose la vida para estar junto a su amado

- La historia… - murmuró, siendo escuchado por el rubio, quien lo miró atento – Tiene que haber sucedido, no fue solo un cuento – reflexionó Heero, por fin Quatre se vio entendido y rápidamente reaccionó

- ¡Es verdad! Debe tratarse de algún espíritu que no ha podido descansar ¿La novia? ¿La amante? – se preguntó Quatre

- El novio – complementó Heero, el rubio lo miró y negó con su cabeza

- No, algo me dice que él no – aclaró Quatre, sonriendo, de pronto las copas de los árboles cercanos comenzaron a moverse un poco, pero hubo una clase de eco, como un silbido haciendo eco, Quatre y Heero compartieron una mirada

- Vámonos de aquí – dijo el ojiazul, tomando de nuevo a Quatre de la mano, sin darle derecho a oponerse en continuar. El rubio sintió una especie de punzada en el corazón, y después como si éste se le hubiera detenido

- No – volvieron a detenerse, Heero miró a su amigo – Él no está bien, debemos volver, sino Trowa… no por favor – el rubio se tapó la boca con una mano y miró asustado a su amigo, Heero lo tomó por la fuerza de la mano

- ¡Vayámonos de aquí, entiende! – se molestó, él también estaba preocupado por Trowa y también por Traize, pero debían de ser sensatos si no querían terminar muertos

- No, debo volver… vete tú si quieres – sin más se dio media vuelta y corrió en dirección opuesta, derrumbando lo que habían hecho de camino, sus esfuerzos en llegar hasta ahí se habían destruido

- ¡Imbécil! – no tuvo más remedio que seguirlo, si podía evitar la muerte de al menos uno de sus amigos con eso vería saldada su deuda con Duo

- Le hice daño – susurró perplejo, completamente en su mundo, se miraba las manos y las sentía ajenas, de pronto no solo eran sus manos, todo su ser se sintió otro ser, era como perderse así mismo y a la vez tener conciencia de ello. Por su mente pasaron cientos de imágenes, un cuchillo, la cara de miedo de Wufei, sangre, mucha sangre, terror, angustia sufrimiento… sintió en sus manos algo viscoso mientras oía los alaridos de dolor, de súplica, vio a Wufei tirado en el suelo, con el rostro bañado en sangre y retorciéndose de dolor, no tenía ojos, porque estos estaban en sus manos - ¡Gyaaaa… bastaaa! – cerró los ojos y se tapó los oídos, pero las imágenes no cesaban; tomó el cuerpo del pelinegro y a pesar de que éste se retorcía para oponerse mientras gritaba, le enredó en el cuello una sábana que colgaba del foco, lo subió a una silla y se aseguró que la sábana le diera más de una vuelta para que se acortara el largo.

Tuvo una sensación de júbilo, casi le hizo excitar, le besó los labios salvajemente y entonces quitó la silla, observando divertido como el chico a pesar del dolor por haberle extirpado los ojos se llevaba las manos al cuello, intentando aflojar lo que le aprisionaba, pero era inútil, poco a poco el peso de su cuerpo lo llevó a fracturarse el cuello, lo cual le mató antes que la asfixia.

Se sintió satisfecho, riendo con diversión, frente a él estaba una excelente obra maestra… pero entonces lo vio, ya no era él, ahora estaba atrás de ese ser, observaba todo con ojos desorbitados, con el cuerpo pegado a la pared, incapaz de alejarse y huir, había visto al rubio torturar y asesinar a su novio, pero todo se había sentido como si él mismo lo hubiese hecho, como si hubieran compartido el cuerpo – Yo lo maté – se dijo aterrado, volviéndose a encontrar rodeado de árboles, las imágenes habían desaparecido y nuevamente se sentía que era él mismo – Yo maté a Wufei… maté a Wufei – se repitió una y otra vez, sintiendo cada vez más el peso de la realidad, era como si Milliardo y él tuvieran la misma mente, como si la compartieran.

Nuevamente se sintió como si viajara, cerró los ojos al tener una sensación de vértigo, pero al abrirlos nuevamente no era él, caminaba a paso lento, como si doliera mover los pies, tenía la vista un poco borrosa, delante de él alguien corría, como si huyera, sintió como si le obligaran a caminar con más velocidad, entonces pudo distinguirlo, era Trowa, su amigo corría, como si huyera de él, intentó gritar, decirle que no huyera, que se necesitaban uno al otro porque estaban en peligro, pero no pudo, de su garganta no salió sonido alguno, porque ese cuerpo no le pertenecía.

Entonces lo comprendió, cerró con fuerza los ojos y deseó ya no estar ahí, entonces nuevamente estaba donde antes, se miró las manos – Traize… yo soy Traize – repitió un par de veces más – Yo no maté a Wufei, fue Milliardo – un par de lágrimas cayeron por sus mejillas, no podía creer lo que estaba pasando, además tenía lagunas mentales, como si en algún momento le hubiesen arrebatado su ser, para convertirlo en otro horrendo y maldito

- ¡Espera te digo! – escuchó una voz a lo lejos, pero enseguida reconoció, era su amigo

- Heero – dijo en voz alta – Están bien, ellos deben ayudarme –

- ¡Quatre! – oyó más cerca, entonces se giró, al hacerlo chocó contra el pequeño rubio, quien parecía no fijarse bien por donde corría

- ¿Qué sucede? – Preguntó el rubio mientras se sobaba el trasero, tenía los ojos cerrados pero al abrirlos vio a Traize, entonces reaccionó, se hincó y con sus manos en los brazos del chico lo sacudió - ¿Dónde está Trowa? – preguntó desesperado, en sus ojos se reflejaba el miedo

- No lo he visto – respondió tranquilamente mientras se secaba las lágrimas. El rostro de Quatre cambió drásticamente, sintiéndose aún más preocupado. En pocos segundos llegó Heero, que al ver a Traize se acercó enseguida a él

- ¿Estás bien? – preguntó preocupado, sin ver la congoja reflejada en la cara de su amigo rubio

- ¡Es verdad! – Sin responder a Heero recordó lo que había visto a través de los ojos de su amigo Milliardo – Trowa está huyendo – dijo preocupado, rápidamente Quatre y el ojiazul reaccionaron, el rubio se acercó de nuevo, mirándolo angustiado

- ¿Dónde está? ¿Cómo lo sabes? –

- No me creerán – respondió apenado

- A éstas alturas creeremos todo – contestó Heero, quien ya no podía darse el lujo de ser escéptico, con todo lo que había sucedido

- Es como si pudiera entrar a la mente de Milliardo, yo vi que Trowa huía de él – respondió tímidamente, los ojos de Quatre se abrieron desmesuradamente, él y Heero habían visto a Milliardo casi muerto actuar como una marioneta, y si éste estaba persiguiendo a Trowa significaba que… - Trowa – sin pensárselo dos veces corrió de nuevo, quería asegurarse que todo estuviera bien, Heero y Traize compartieron una mirada y entonces siguieron a Quatre

- ¿Dónde está Duo? – preguntó Traize, mirando de reojo a Heero, observando como por breves instantes por el rostro sereno del chico aparecía una mueca de dolor y entonces no insistió, ya sabía la respuesta

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Sufrimiento

- ¡Déjame tranquilo! – gritó desesperado, sin dejar de huir, estaba exasperado y demasiado agitado, sentía que en cualquier momento colapsaría y entonces no podría continuar, pero era la tierna imagen y la dulce sonrisa del rubio quien lo motivaba a continuar huyendo. De pronto llegó hasta la Laguna, donde el cuerpo inerte de Duo aún permanecía acostado, con ese gesto de terror en sus facciones, pero él no lo vio al correr y tropezó, cayó a su lado, lo miró unos segundos y después observó atrás, de pie muy cerca de ambos estaba Milliardo, que a pesar de su paso lo había alcanzado, la expresión de su rostro gritaba que sufría, pero era como si alguien lo controlara desde el interior

- Me encanta como huyes – dijo nuevamente la voz de mujer – Te haré gritar, sufrirás y te retorcerás, suplicarás que te mate – rió divertida, aunque los labios de Milliardo no se movían, el ojiverde sintió un escalofrío, como pudo se levantó y nuevamente corrió, pero solo por algunos metros, pues una piedra le golpeó la cabeza, se sintió caer y poco a poco perdió la conciencia…

Abrió poco a poco los ojos, encontrándose acostado en una cama, estaba amarrado a ésta, de los codos, las muñecas y los talones, sintió dolor en la cabeza, pero agudizando la vista miró a los alrededores, dándose cuenta que estaba en la cabaña que él y su novio compartían

- Despertaste – escuchó la voz de la chica, volteó enseguida y vio a Milliardo acercarse, portaba en su mano un pedazo de tronco, el cual tenía de grosor cuatro veces lo que tenía su brazo, se aterró al oír la risa perversa

- ¿Qué vas hacer? ¿Por qué estás haciendo todo esto? – preguntó asustado el ojiverde, oyendo por parte de aquella voz otra risa burlona

- Quiero que sientan lo que sufrí, siempre a la sombra de todas, por fea, por tonta, todos se burlaban de mí… pero él, sobre todo él me hizo daño, me ridiculizó – Trowa no entendía de que hablaba Milliardo, aunque era muy obvio que él no estaba hablando, pero aun así no comprendía aquella venganza – Yo no puedo matarles sus sentimientos, por eso haré sufrir a todos los hombres, todos merecen la muerte – terminó su discurso, azotando con toda su fuerza el estómago de Trowa, quien a pesar de las ataduras se dobló un poco, abriendo con amplitud los ojos y ahogando un grito de dolor, mientras un poco de saliva le escurría por la boca – No harás más preguntas ¿verdad? – rápidamente le dio con fuerza otro golpe, dejándolo mudo por completo, solo sus pupilas mostraban lo terrible de ese dolor, como si le hubiesen aplastado las entrañas – Dicen amar, pero solo son palabras. No le creíste ¿verdad? Que me vio, preferiste darle importancia al sexo ¡Me das asco! – furiosa le dio otro golpe, ésta vez en las rodillas, quebrándolas, las ataduras de sus brazos se tensaron y con fuerza apretó los puños, incluso algunas lágrimas corrían.

Como pudo Trowa movió su cabeza para suplicarle que se detuviera, pero ella volvió a reír – Patético – con la misma fuerza de antes intentó volver a golpearlo, pero una fuerza diferente se lo impidió – Para… - por fin los labios del rubio se movieron, Milliardo no quería seguir lastimando a Trowa, pero la posesión era mayor, así que la chica volvió a tomar el mando, pero decidió no azotarlo, simplemente dejó caer el tronco y se alejó, Trowa cerró los ojos y suplicó que aquello se detuviera, no quería seguir sufriendo y tampoco quería morir

- Qu… q… - intentaba hablar, pero no era posible, no tenía aire suficiente para emitir palabra alguna, pero quería gritar, suplicarle a aquella presencia que no tocara a Quatre, que a él lo dejara ir. Momentos después regresó el cuerpo de Milliardo, portando en su mano un hacha, de esas para cortar los árboles, al verla Trowa sintió un escalofrío ¿Qué era lo que planeaba ese ser? Nunca en su vida había sentido tanto terror

- ¿Recuerdas esa noche? Incluso preferiste masturbarte ¡Solo pensando en tu placer! Basura inmunda – su voz sonaba dolida, como si fuera a ella a quien habían hecho la ofensa, pero de pronto volvió a reír, divertida - ¿Qué harás sin pene? ¿Cómo podrás entonces sentir placer? Serás como una mujercita – rió divertida, desquiciada. Las pupilas de Trowa se dilataron por completo, no quería sentir aquel dolor, tenía miedo, tenía miedo, mucho miedo

- No – alcanzó a suplicar

- ¿No? Que ternura, creo que me has convencido, pero no saldrás librado, veamos, algo que te quite el privilegio de… ¡Ya se! – sin decir una palabra más dejó caer el filo del hacha sobre el brazo de Trowa, entre la muñeca y el codo, brotando enseguida la sangre, haciéndolo experimentar un gran dolor

- ¡Whaaaa! – gritó con fuerza, sintiendo todos sus nervios contraerse, el ardor fue tan grande que sus ojos se pusieron casi blancos, las pupilas estaban volteadas hacia arriba, incluso su respiración se aceleró

- Maravilloso – rió divertida, con tanta malicia como pudo, aquella era también una obra de arte, pero a ese arte aún le hacía falta pulirse un poco…

- Trowa – dijo Quatre al detenerse, Traize y Heero llegaron a su lado, el rubio temblaba de pies a cabeza y estaba más pálido de lo normal – Está sufriendo – las lágrimas brotaron de los cristalinos ojos

- ¿Dónde podrá estar? – se preguntó Heero preocupado, entonces Traize tuvo una idea, cerró con fuerza los ojos, deseando con vehemencia saber dónde estaba el ojiverde, entonces lo consiguió, y lo que vio frente a él le hizo sentir deseos de vomitar, pero se contuvo y buscó detalles de la cabaña que la identificaran de las otras, entonces lo encontró, la cabaña de Trowa y Quatre era la que tenía la puerta del baño color blanca, a diferencia de las otras que eran de color madera. Entonces abrió los ojos

- Está en su cabaña – dijo enseguida, Quatre intentó ponerse en marcha pero Traize lo detuvo, el rubio lo miró con enojo – No debes ir, no te gustará lo que vas a ver – al oír aquellas palabras sintió como si la sangre le bajara a los pies

- No me importa – contestó decidido, Traize miró a Heero y éste aprobó la decisión de su amigo, además no debían separarse. Entonces los tres se pusieron en marcha, corriendo con todas sus fuerzas, llegaron en cuestión de minutos a la cabaña, las luces prendidas y la puerta abierta, igual que con Wufei. A medida que se acercaban los pies de Quatre temblaban más y más, entraron a la cabaña y escucharon quejidos, pero ningún otro sonido, los tres se dirigieron a la habitación cuya puerta estaba cerrada y de donde provenían los lamentos, quien abrió fue Heero y fue el primero en entrar, no dando crédito a lo que veían sus ojos.

Trowa estaba cubierto de sangre, agonizando, los ojos azules se fijaron en sus heridas, las piernas estaban en una posición hacia fuera que daban la impresión de que las rodillas no se encontraban en su lugar, ambas manos estaban cercenadas y el resto del brazo amarrado a la cama, ambas manos cortadas quedaban sobre la entrepierna del chico, como si se estuviera tocando, además el rostro mostraba signos de golpes y la nariz casi destrozada. Las entrañas de Heero se contrajeron al verlo

- ¡Por Dios Noooo! – en menos de dos segundos Quatre había llegado, encontrándose con la más cruel escena que se pudo haber imaginado, Trowa, su amado Trowa estaba hecho un jirón, agonizando, sintiendo un inmenso dolor, el olor a sangre mareaba el ambiente y los quejidos del ojiverde daban a entender que estaba consiente de todo el dolor que aquellas heridas le provocaban. Traize miró también lo horrible de la tortura, pero no se sorprendió, porque lo había visto antes. Quatre lloraba angustiado, intentando desatar las ataduras de su novio, los ojos verdes parecía que le miraban – Tranquilo amor… - no podía dejar de llorar – Ya nos vamos… estarás bien – el ojiverde parpadeó en medio de su agonía, como dándole a entender a Quatre que no se preocupara.

De pronto se oyó un ruido afuera, Traize salió de la habitación para ver, mientras Heero ayudaba a Quatre a desatar a Trowa, cuando terminaron el ojiazul rompió parte de la sábana y amarró con fuerza ambos brazos del ojiverde para detener la hemorragia – Espera aquí – el rubio se dirigió al baño y llenó con agua un vaso que se encontraba en el mueble del espejo, se acercó a su maleta y sacó unos analgésicos, dándoselos a Trowa con el líquido, esperando que con eso aminorara el dolor

- No era nada – dijo Traize al regresar, él y Heero se acercaron al cuerpo de su amigo y lo movieron, pero éste se quejó por el dolor de las rodillas – Trowa, tienes que aguantar – le animó su amigo – Debemos salir de éste maldito lugar – el ojiverde parpadeó para dar a entender que estaba de acuerdo, incapaz de hablar por el dolor, entonces cerró con fuerza los ojos para darles a entender que haría un esfuerzo enorme por controlar el dolor. Heero y Traize lo movieron de nuevo, lo levantaron de la cama y sin apoyar sus pies en el suelo cada uno lo sujetó de lo que quedaba del brazo. El dolor era tan grande que Trowa lagrimeaba, Quatre también lloraba. El ojiverde estaba ardiendo por la calentura, no era muy probable que viviera, pero no lo dejarían solo. Los cuatro salen de la cabaña y se dirigen al auto cuyas llaves tenía Traize

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Deceso

De la cabaña a los autos la distancia no era muy grande, por lo que llegan en poco tiempo, Traize mete su mano a la bolsa para sacar la llave, pero palidece al darse cuenta de que no la trae

-Se cayó – dijo preocupado, Heero le miró con enojo, aunque no podía culparlo, al menos los autos no estaban cerrados y podían poner a Trowa dentro – La buscaré – con cuidado ayudó al ojiazul a meter al ojiverde al auto, Quatre le miró desde afuera, con las lágrimas aún adornando su rostro, después miró a sus amigos

- Milliardo debe seguir por ahí, ten cuidado – pidió tratando de calmarse, pero ya no quería ver más muertos

- Sí, gracias – sonrió y después de encontrar aprobación en la mirada de Heero les dio la espalda y se marchó. Traize se fue y Quatre rompió a llorar, el ojiazul lo miró y le apoyó una mano sobre el hombro

- Ningún fantasma de mierda saldrá victorioso – le dijo para tranquilizarlo, el rubio lo miró y se apoyó en su pecho para continuar llorando. Heero le abarcó la espalda con un brazo y volteó al auto, ahí a escasos dos metros yacía el cuerpo de Trowa, maltrecho y mutilado – Maldito, pero Trowa no morirá – pensó el ojiazul, como si le hablara al supuesto fantasma, después miró en dirección a la laguna y recordó a Duo, volviendo a sentir aquel vacío que le quemaba

- Tengo miedo – oyó decir a Quatre, Heero lo separó de él y le miró

- Todo estará bien – dijo amable, ambos voltearon a donde Traize se había marchado, pero no se veía rastro de él, tampoco de Milliardo

- No regresa, Traize no regresa – comentó con desesperación, mirando insistente

- Ya volverá, confiemos – el rubio miró a Heero, era la primera vez que le veía así, era como si su amigo hubiese muerto junto con Duo, y frente a él tuviera a una persona distinta – Espera aquí – caminó unos pasos, dirigiéndose en dirección a la cabaña, le había parecido ver algo

- No te alejes, espera – Quatre le siguió, Heero había caminado un par de pasos, el rubio le agarró del brazo y al tiempo que el ojiazul volteaba al ser jalado, un estruendo los aturdió, se encontraron con un ligero aire que los llevó a agacharse levemente y taparse con los brazos, sintieron calor alrededor y enseguida Quatre se irguió, volteando hacia atrás, teniendo ante su atónita mirada una escena que le hizo morir, el auto de Traize donde habían acostado a Trowa ardía en llamas – ¡Noooooo! – Sin pensarlo siquiera corrió en dirección al candente automóvil, Heero también sorprendido le siguió, y justo antes que a Quatre se le ocurriera la tontería de acercarse demasiado, le sujetó con fuerza por la cintura, apretándolo con ambos brazos - ¡Suéltame… Trowa… Trowa! – gritaba alterado, pataleando, removiéndose con violencia entre los brazos de su amigo, mientras las lágrimas brotaban una tras otra

- Ya no hay nada que hacer… ¡Cálmate! – dijo con firmeza el ojiazul, pero Quatre no oía, su mente estaba nublada por el dolor, el miedo y la desesperación

- ¡Trowa… Trowa! – continuaba gritando, no podía hacer más, comenzaba a perder fuerza y poco a poco se fue desplomando entre la cárcel que su amigo había hecho para él, Heero descendió junto a su amigo, el rubio quedó sentado en el suelo y el moreno de rodillas – Está muerto… Trowa… ¿Por qué? – se cubrió el rostro y dobló el cuerpo, llorando desesperado, Heero miró el auto aún en llamas. De pronto una risa macabra se oyó, pero se encontraba en la mente de Heero, ya que Quatre no había oído nada

- ¿Trowa no morirá? Parece que no comprendes lo que está sucediendo – Heero se sobresaltó, soltando a Quatre. Miró a sus alrededores pero no vio a nadie, entonces comprendió, si quería hablarle debía pensar

- ¿Por qué haces esto? – preguntó molesto, apretando los puños

- Porque me causa placer – volvió a reír, después cayó, Heero se puso de pie, su amigo rubio parecía estar aislado, porque no reparo en ello

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Angustia

Buscó la llave del auto de forma acelerada, quería huir de ahí, no tenía miedo, extrañamente no lo tenía, pero no quería estar ahí, en el lugar donde Wufei había muerto, y Duo también, en el lugar donde Milliardo se había vuelto loco, todo eso era una clase de pesadilla, aquel debió ser el mejor viaje de sus vidas, pero se había convertido en un infierno

- ¿Dónde demonios está? – continuaba caminando, mientras pensaba en los lugares en que había estado, entonces pensó en su cabaña, donde había estado con Milliardo, quizás al quitarse la ropa se había caído la llave, así que decidió regresar

- ¿No me extrañas? – oyó una voz que le resultó familiar, se giró bruscamente sobre los talones, pero atrás de él no hubo nadie

- ¿Quién anda ahí? – Preguntó molesto, pero no encontró respuesta inmediata

- ¿Te has olvidado de mí? – al oír la voz de Wufei, Traize palideció, sintió que tocaron su hombro y tras él al voltear miró a su difunto novio, la cara de su chico a quien tanto había amado estaba desfigurada por el dolor y las cuencas de sus ojos vacías – Hola amor – dijo con ironía, poco a poco mostró una sonrisa retorcida

- No, tú no eres… - tembló, su cuerpo y su voz sucumbieron al horror, Wufei se acercó a él, riendo como ríe un niño que ha perdido la razón, se abrazó al cuerpo del más grande, las pupilas de Traize comenzaron a dilatarse

- Sentirás lo que sentí mi amor – el temblor poco a poco se hizo más notorio, no pudo escapar de esos brazos, sintiendo que todo su cuerpo se contraía

- Waaaaaa – sintió como si le hubiesen prendido fuego en los ojos, los cerró con fuerza, intentando soltarse, pero Wufei lo apretaba con más fuerza. A través de los ojos cerrados comenzó a salir humo, el dolor era inmenso, como si le hubieran echado ácido - ¡Para… duele! – chillaba angustiado, jamás había sentido tanto dolor

- ¡Patético! – Rió Wufei divertido, apretando el cuerpo con mayor fuerza - ¡Desgraciado… sufre! – no paraba de reír como quien juega lo más divertido del mundo

- ¡Bastaaaaa! – Lo soltaron abruptamente y cayó de rodillas en el suelo, retorciéndose del dolor – ¡Haz que pare… duele! – sangre y un líquido negro comenzaron a salir de sus ojos, podridos y punzantes. En ese momento Traize prefirió la muerte, pero ésta aún tardaría en llegar, aún no sufría lo suficiente

- Vamos Quatre – dijo Heero, jalándolo del brazo, pero el rubio estaba distante - ¡Quatre! – usó con fuerza ambas manos y lo jaló, logrando ponerlo de pie

- Está muerto – expresó sin emoción

- Lo sé, también Duo, pero debemos irnos, hay que buscar a Traize, ya tardó – contesto Heero seriamente, su amigo estaba en shock, parecía no querer continuar

- ¿Para qué? Seguramente ya está muerto – la voz del rubio sonaba ajena, el ojiazul volteó sorprendido - ¿O no? – sonrió perdido y después comenzó a reír

- No digas idioteces – dijo Heero enojado, dándole un jalón

- ¡Es verdad! Tú lo sabes, todos vamos a morir… Todos – rió nuevamente, estaba poniéndose histérico, sujetó con fuerza la camisa de Heero, mirándolo fijamente entre lágrimas – Todos… todos – Quatre sacudió a su amigo

- Quatre… - intentó calmarlo, pero el chico comenzó a gritar alterado - ¡Cálmate! – decidido Heero le dio una fuerte bofetada al rubio, éste dejó de gritar pero no de llorar, solo volteó al auto hecho cenizas, enseguida se volteó, no quería verlo

- Él tiene razón, todos van a morir – dijo la voz de antes, pero ésta nuevamente solo estaba en la mente de Heero, quien frunció el ceño, aquella chica comenzó a reír, el chico tragó saliva duramente ¿Acaso él también sería poseído? ¿Se matarían entre los tres hasta que ninguno quedara? Por primera vez sintió verdadero miedo…

Continuará…


Notas de Autor: Éste fanfic continúa en proceso, mi idea era terminarlo un 31 de Octubre pero han pasado algunos años y no se ha podido, espero lograrlo este 2015, sino, será en otra fecha distinta, gracias por leer hasta aquí y apoyar mi trabajo ♥



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